Transitan nuestras
esperanzas.
Aquí tenemos mañanas
Sin cerros en el
horizonte
Que se roben un pedazo
de cielo.
Nuestros amaneceres y
ocasos
Son un ventanal abierto
De par en par al mundo.
Es verdad,
Nos arremeten
Veranos e inviernos
inclementes.
Y cuando las lluvias
llegan,
Lloran sobre nosotros
Sin consuelo,
Como si quisieran lavar
nuestras almas,
Llevarse nuestras penas…
O, como dicen pocos,
como si
Intentaran borrarnos de
la tierra.
Estamos a un río de lo
que llaman
El Primer Mundo.
Una masa de agua,
durmiente, nos
Separa de la felicidad,
dicen.
Muchos cruzan nuestras
calles en pos
De esa ilusión, de ese
canto sirenio.
Pero muchos nos hemos
quedado
En esta ciudad, sólo
porque
No tenemos adónde ir, un
hogar.
Sí, lloramos porque la
canícula
No permite sembrar nada.
Porque el invierno,
Con su manto gris,
Desbarata el placer
cotidiano de andar
Fuera, en la calle,
Buscando un solaz
Buscando un solaz
Bajo el cielo
estrellado.
Sí, nuestros fines de
semana
Tienen el perfume de la
carne asada
Y entonan un canto de
sirena
Disfrazado de música
norteña,
Que intenta hipnotizar a
la felicidad.
Y las primaveras
efímeras
Que intentan aferrarse a
la tierra
Con sus contadas flores.
Y los otoños que las
sequías eternizan.
Y el fin de año nuevo,
Pretexto para llorar a
gusto, en público,
Con una máscara de alcohol.
Con una máscara de alcohol.
Y las noches en vela
junto a los nuestros…
Hoy intentan
arrebatarnos eso.
Nos han dicho que ya no
hay esperanza,
Que el gobierno no puede
(Y sí, no puede),
Que no hay remedio
(Y lo hay).
Hoy intentan
convencernos
De que no vale la pena
creer
O tener los oídos
abiertos al canto añorado.
Como si uno estuviera hueco,
No tuviera corazón.
A pesar de la muerte constante,
Como si uno estuviera hueco,
No tuviera corazón.
A pesar de la muerte constante,
No cerramos los ojos,
No callamos el grito,
No dejamos de sentir:
Nuestra voz resuena en esa oquedad
Que llamamos vida, cuerpo, yo.
Nuestra voz resuena en esa oquedad
Que llamamos vida, cuerpo, yo.
A pesar de lo que nos
dicen nuestros ojos,
Sabemos que este horror,
No es la ciudad que
hemos construido
Y que ellos han ocupado.
Tal vez nos maten,
Pero ni así nos iremos.
Transitaremos en estas
calles,
Como las esperanzas de
esos otros
Que vendrán,
Atraídos por el canto de
nuestras voces,
En pos de la felicidad que
dejamos aquí.