viernes, 29 de enero de 2016

Amanecer








Hoy, dentro del coche, vi el amanecer. Miraba hacia el sur. El cielo clareaba desde el noreste hacia el sudoeste. A mis espaldas: la oscuridad. Entonces, recordé un video publicado en Twitter por la NASA donde se distingue la línea de sombra del amanecer y el atardecer: no va directamente de norte a sur. Más bien es una recta inclinada cuya dirección se modifica conforme avanza el año a través de las estaciones.

Ahora que conozco la dirección de la línea del amanecer, me es fácil distinguirla en el firmamento. Siempre estuvo ahí, ante mis ojos. Pero yo no la veía.

Echa un vistazo al Tweet de la NASA para ver la línea de sombra del amanecer (segundos 8, 22 y 37) y del ocaso (segundos 0, 12, 26 y 40). Es fácil apreciar que la noche dura más que el día, típico durante el invierno.

Nota: la publicación original de la NASA es sobre los efectos de El Niño. Yo uso el video como un apoyo para ver la línea del amanecer y de la noche.


 @NASA: https://twitter.com/NASA/status/685594204479737856?s=09

lunes, 25 de enero de 2016

Nunca más


La primera vez que leí El cuervo fue en una estética, en los noventa. El libro estaba enterrado en una pila de revistas TV y Novelas. Lo leí al pie de un televisor, mientras la dueña hacía un permanente, muy popular entonces.
Yo no sabía lo que era el busto de Palas, jamás había escuchado del nepente. Leí el texto varias veces. Me intrigaba el hecho de que un cuervo hablara, que lo hiciera infundiendo terror, en un poema. En Reynosa existen las hurracas, cuervos menores, ordinarios. Sus graznidos sólo dan tristeza, cuando mucho. Sus cuerpos, lástima.
Había escuchado que los cuervos eran aves inteligentes. Que sabían abrir las cremalleras de los equipajes en algún parque de Estados Unidos para robar la comida. Pero, ¿que hablaran?
Hace unas semanas mi padre me contó que él iba a la misma estética (mis padres están divorciados desde los ochenta). Me contó sobre lo bien que la mujer cortaba el cabello. Lo barato que costaba el corte. Cuando él me dio santo y seña sobre el lugar, pensé en el poema de Poe. En el estribillo del cuervo.
Hoy mi hijo mayor, de veinte años, me dijo que no había entendido el escrito. Tomé el libro que reúne las obras completas de Édgar Allan Poe y releí el texto. No tengo un dintel ni un Palas, tampoco una Leonora... pero el cuervo está justo frente a mí. Con sus ojillos rojos y el graznido de su voz hurgando los rincones de mis recuerdos. Trixie, mi gata, me acompaña, inquieta. Estoy seguro de que escucha la voz del ave de ébano pronunciando el nombre de esa mujer perdida en los brazos de la muerte. Esa mujer cuyo fantasma flota en los versos de Poe.
Nunca más, Never more.
¿Cómo explicarle a mi hijo que El cuervo es una metáfora del pasado?