sábado, 22 de abril de 2017

Diario de recuerdos

En 2004 empecé a escribir en un diario recuerdos de mi infancia. Sólo escribir. Lo primero que viniera a mi mente de esos años. 
La primer entrada está fechada el 16 de julio. Escribí sobre mi maestro Joaquín y cómo él se enamoró de una compañera de trabajo, casada. Un día, ella abandonó la escuela, su carrera docente, al terminar el recreo. Rememoro al maestro Joaquín subiendo a su combi, desesperado. Moreno, ojos rasgados, pelo chino. Alto, con carácter, y un corazón roto que apenas pudo ocultar mientras se disculpaba frente a la clase de tercero, mi salón; un montón de niños. 
La segunda entrada trata sobre un domingo. Está fechada el 18 de noviembre. Norbert, el niño, intenta cambiar mentalmente las luces de los semáforos. De repente, mamá baja del coche y le pega a puño limpio a un fulano que vapuleaba a un niño en la banqueta. "¡Pégame a mí! ¡Pégame a mí!", grita ella. Papá baja para regresarla, como puede, al coche. Norbert se siente seguro con ella. Sólo con mamá. 
La siguiente entrada es sobre lo que considero mi recuerdo más lejano. Una noche que perseguí a un gato negro. Vivíamos en Jojutla, Morelos. El minino, en plena persecución, se detuvo en la acera y volteó a verme; sus ojos brillaron como dos tizones anaranjados. Sentí miedo. Acaso tendría tres años. A pesar de la experiencia, no temo a los gatos. 
El diario continúa. Es un esfuerzo inútil por registrar al niño que fui. 
En este momento, me vienen imágenes de experiencias sobre las que no he escrito. Un dóberman que mató a un niño porque no lo reconoció una noche. Una piñata de celofán llena de globos. Las clases de inglés de mamá en la Casa de la Cultura. Las canciones de Juan Gabriel. El gato siamés del mismo nombre. El cielo del atardecer, llenándose de estrellas. La niña de enfrente coqueteándome en la ventana. Un hombre caminando por la calle con un costal de tela blanco a la espalda una mañana de sábado (¿un ladrón?). Las paredes azules de la casa. Las cortinas largas bloqueando la luz. El fantasma del niño Perico, atropellado hacía muchos años y que se me apareció. El perro Huevín. El colchón incendiado por mi hermana con una vela. El olor a pinol del piso recién trapeado. El programa Sesenta minutos con Jaime Mausán hablando de ovnis. Mi cumpleaños siete con pastel de Mickey Mouse, piñata y niños vecinos, sin regalos. Año 1984. El programa Cosmos, pasado 1985. Mi favorito