viernes, 15 de agosto de 2014

No quiero callar

Miércoles 14 de agosto de 2014
Ya no quiero callar, fingir que mi realidad no existe, mientras mis ojos gritan
lo que mis labios no pueden.

Mi cuerpo tiembla de miedo, se sacude de encima la mente, la razón,
y se queda vacío, hueco, sin eco. Es una cavidad opaca.

Mi sangre está viciada, nada la cura. Ni el sol de cada día, ni el pan sobre la mesa, ni los ceros que se derraman en la cuenta bancaria... nada. Ni familia, ni fama, ni este nombre que pesa tanto como el mundo, como el universo, como el silencio que me carcome.
De veras, ya no quiero callar. Es en serio. No soporto demasiada muerte, a mi lado, tan cerca que casi me toca y yo quiero que lo haga, que me manosee, pero a la vez no... por el miedo que me seca.
Mis ojos olvidaron llorar, aunque el llanto se derrama a borbotones dentro de mí, en el espanto de mis ojos, de mis tripas retorciéndose como animalitos prematuros. El horror del mundo me exprime... yo lo acepto, me entrego. ¿Qué puedo hacer?
Es demasiado dolor ajeno... una tristeza que repta y encaja sus colmillos en la yugular de la mente.
El olvido me abandonó a merced de las estrellas, en este suelo violento e insensato, rodeado de personas cuyos rostros verdaderos no conozco.
Se llevó mi voz.
Me arrastro en pos de ella, como un animal herido de vida, ahogado en una lucidez perturbadora, azotado contra un entendimiento macizo e inútil en asuntos de esperanzas imaginarias: de expectativas místicas. De realidades de carne y hueso, de facturas en el buzón, de hambres en el estómago... de mundo y sociedad, de grandes nombres y hombres: burbujas de jabón que revientan en el acto.
Es en serio: ya no quiero callar, hoy que me sobra un poco de vida. Porque cuando la muerte abunde, el gran silencio llevará mi voz a través de los rincones del universo. Porque así tiene que ser y yo no puedo hacer nada contra ello.

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