sábado, 26 de abril de 2014

Esto que llamamos...

No es malo pensar que un texto merece corrección. El trabajo verdadero tiene cicatrices, digo yo. Es como ver un atardecer, a la orilla del mar, del mundo, de ese pedazo de vida que anhelamos mantener eterno.

Una madre duerme a media noche. Su sueño no lo perturba este puñado de dudas, que iguala en cantidad a las estrellas del cielo primaveral.

Hoy digo: equinoccio en pleno marzo. Mañana, verano. Qué importa. Cuantas nueces deja caer un nogal, es cuantas dudas, multiplicadas por un millar, suelto al viento.

Unos dirán que soy pretencioso; otros que no valgo nada. Pero mi espíritu me dice que detrás de las palabras está el viento... feroz... como si nada... solo porque tiene que estar ahí.

¿Qué más da tener un nombre? ¿Qué más da tener nada? Al final... ¿qué es lo que permanece?

Te asesinan, te mutilan, te acaban.

¿A quién le importa?

Puede ser en un gimnasio, que vean el video de tu muerte en you tube. O tal vez, nadie lo vea.

Si no te matan, de veras. Vives en la orilla del miedo, de la realidad.

Tu colon se hincha, tanto como tu cuerpo... solo porque no puede rebasar el común denomidador: esto que llamamos hombre... o mujer... ser humano... esto que llamamos...

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