viernes, 3 de octubre de 2014

Disputa entre un hombre y su ba (alma)

Hace 4,164 años, aproximadamente, la monarquía egipcia atravesaba una severa crisis política y social que estuvo a punto de aniquilarla. De este periodo histórico, conocido como Primer Periodo Intermedio, surgió lo que hoy se conoce como literatura del pesimismo, textos filosóficos que cuestionaban el orden religioso y político de la época. 

Uno de esos escritos es el poema "Disputa entre un hombre y su ba (alma)". Es un texto que transmite la angustia ante la desolación, decadencia y destrucción que imperaban en la sociedad egipcia de entonces. El colapso ocurrió después de un periodo de bonanza de la monarquía. El orden social, la seguridad y el alimento fueron borrados de la vida cotidiana y, en su lugar, aparecieron el caos, el crimen y el desmoronamiento religioso y político.

Por si esto fuera poco, la alteración que los egipcios hicieron en el curso del río Nilo provocó uno de los desastres ambientales más destructivos, que derivó en una hambruna letal que orilló, según otro texto (Las admoniciones de Ipuwer), en horrores como el canibalismo: "Todo el Alto Egipto se moría de hambre, hasta el punto de que todo hombre se comía a sus hijos".

Eran tiempos de terror y muerte, de decepción.

¿Qué debe hacer el hombre cuando todo orden en el que creía es aniquilado por la realidad y por las consecuencias de sus acciones? Entendamos como "realidad" la Naturaleza y su propio curso, ajeno al ser humano. ¿Qué debes hacer tú cuando el caos se apodera de tu vida?

En México, hoy vivimos tiempos de crimen e injusticia. La realidad nos ha demostrado que nuestra sociedad ha estado fincada en una ilusión que llamamos "Estado" y "Democracia". Hemos sido adiestrados en que la civilización es el camino hacia la felicidad. ¿Pero cuál felicidad? ¿La humana? ¿La real?

Yo te pregunto a ti, lector, ¿acaso no anhelas esas noches en las que podías salir a la calle tranquilamente y caminar sin el temor de ser "levantado"* o asesinado en medio de una balacera?

Ficticia o no, esa "felicidad", esa bonanza social que devino de la Revolución del siglo pasado, nos daba una seguridad que hoy extrañamos hasta los huesos. Estos tiempos nos dicen que no hay ilusión más grande y gratificante que la de creer en un mundo mejor, construido por nosotros mismos, con nuestras manos, ladrillo a ladrillo, cicatriz a cicatriz.

Sin embargo, para creer hay que tener el estómago lleno, una casa, un trabajo y una calle en la qué caminar durante las noches de insomnio. Para creer no bastan las palabras, se necesita que la realidad nos acompañe en el camino.

El transfondo del poema "Disputa entre un hombre y su alma", revela la crisis ante la que nos enfrentamos todos los seres humanos cuando nuestra área de confort es sustituida por el caos.  Me sorprende la modernidad del texto y me hace pensar que, a pesar de los avances tecnológicos, el hombre no ha crecido nada. No ha entendido nada.

"Vanitas vanitatum et omnia vanitas", dijo Salomón, siglos después de la tragedia egipcia. Todo es vanidad.

A continuación, un fragmento del texto "Disputa entre un hombre y su alma":

Esto fue escrito hace más de cuatro mil años. 


Disputa entre un hombre y su alma

"Mi sufrimiento es una carga demasiado pesada para llevarla.

[...]


¿A quién me dirigiré en el día de hoy?

Los hombres saquean.

Todos roban a su compañero.

¿A quién me dirigiré en el día de hoy?

El amigo íntimo es un criminal.

El hermano con el que uno se trata es un enemigo.

¿A quién me dirigiré en el día de hoy?

Nadie es justo.


El país es controlado por malhechores."


Hoy, el reinado egipcio ya no existe. Nos han quedado retazos de su esplendor, de su historia y de su cultura. Salomón y los imperios que lo precedieron (el helénico, el romano, etcétera), han dejado bien claro que nuestra civilización está condenada al olvido, a la desaparición. Así ha sido siempre. 


Hay otras culturas que también han padecido la muerte: la sumeria, la mesopotámica, la minoica, la hindú, la maya, la azteca... existen muchos ejemplos.


La diferencia es que hoy volamos más alto... y nos sentimos tan seguros en la tecnología y la ciencia que damos por sentado que esta seguridad es para siempre. Pero, ¿en verdad es así?


Más allá del cielo prevalece la inmensidad del Universo, la violencia cósmica. 
La humanidad sobrevive en la superficie de una roca que gira alrededor de una estrella insignificante, perdida en la nube estelar de una galaxia. Es en esa insignificancia, en esa vanidad, donde transcurren nuestras vidas.

El poema continúa:



"La muerte se presenta ante mí en el día de hoy


similar a la curación de un enfermo,


similar a salir después de estar confinado.


La muerte se presenta ante mí en el día de hoy


similar a la fragancia de la mirra,


similar a sentarse a cubierto en un día de brisa.


La muerte se presenta ante mí en el día de hoy


similar a un camino bien nivelado,


similar a un hombre que regresa a casa después de la guerra.


La muerte se presenta ante mí en el día de hoy


similar a la luz del cielo


que permite al hombre descubrir lo que no veía.


La muerte se presenta ante mí en el día de hoy


similar a los anhelos de un hombre por ver su casa



tras pasar muchos años en el cautiverio...".



La muerte, ese sino, esa verdad ineludible. Esa casa a la que retornamos.

Nuestra civilización, nuestra realidad, está condenada a la muerte, a la desaparición. Debemos dejar de temer las sombras en las calles, el miedo en sí. A pesar de todo, arriesgarse a traer un pedazo de felicidad al mundo es un buen intento, uno valiente, para invitar a la Eternidad a que nos tome de la mano y nos lleve con ella.


*Levantar: en el argot de los traficantes de droga, secuestrar.

1 comentario:

  1. Estoy leyendo el libro Vanidad de Vanidades de Jacques Doukhan y hacen referencia a este poema. Es sin duda un toque de lo que después se llamó nihilismo. Lo cierto es que a pesar de todo, vale la pena vivir y tener un pedazo de felicidad como bien mencionas. Gracias por por

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