lunes, 16 de septiembre de 2013

El hurto triple

En el taller de escritura (creo que así se llama, al menos así recuerdo haberlo leído en el tuit de Akako T-Red. Tal vez sea: taller de literatura, pero me parece demasiado pretencioso), de la semana pasada nos encargaron de tarea realizar un escrito de diálogos. Desde la noche del miércoles estuve pensando qué escribir. La maestra, al final del dictado, dijo: si pueden traer un cuento, mejor. Lo que volvía el trabajo más retador. Hubiera sido más fácil parar la oreja en el supermercado y robarme una conversación ajena. ¿Pero qué utilidad para el taller habría tenido copiar un diálogo?

Pasaron los días y no se me ocurría nada. Así que hoy abrí mis diarios. Tengo tres: uno rojo, otro azul y uno con un diseño abstracto que parece un túnel o las aspas de un abanico girando. En éste último he escrito más, porque es el más viejo (lo uso desde 2004). Los otros dos los compré pretendiendo escribir en el azul historias frías, retazos cuyas tramas no implicaran en lo absoluto al amor. Dicho esto, no es necesario aclarar qué intención tenía con el rojo. Sin embargo, en los cuadernos "de colores" no he escrito mucho, ni de calidad.

En el diario añejo, cuyas pastas llevan tiempo despegadas del lomo del cuaderno, encontré un diálogo que escribí en el 2005. No lo recordaba. Lo leí y de inmediato lo descarté, porque me pareció muy simple. Pero cuando leí el título (por qué razón no lo había leído antes de leer la historia, no lo sé) descubrí que guardaba algo. Tiene posibilidades, pensé. Por mera precaución busqué si había otra historia en la que pudiera trabajar, pero sólo estaba "El Hurto". Sigo dudando qué título ponerle. "El doble hurto" tal vez funcione mejor y explique con mayor tino la historia. Aún no lo decido.

Les comparto el relato a continuación. Por cierto, el diario que llevo al taller, es el azul. Gracias por leerme.

El Hurto
–¿A poco es tan fácil?
–Claro, güey. Te digo que ya he estado trabajando al perro, así que sólo le damos de comer y lo demás será sencillo.
–Pero, ¿qué vamos a robar? Esa señora no tiene ni en qué caerse muerta.
–No es lo que robemos, pendejo. Necesitamos hacerlo para perder el miedo y dar el golpe grande.
–Sí, pero…
–¡Nada! ¿Le entras o no?
–Es que…
–¿Sí o no?
–¡Está bien! ¡Sí!
*****
–¡Espérate, dijimos que nada de armas! ¿Para qué traes ese cuchillo?
–Es por si acaso.
–¿Por si acaso qué? ¡Es sólo una vieja!
–Mira, cabrón. Ya estamos aquí. ¿Lo vas a hacer o no? Yo igual, me aviento.
–Sí. Pero habíamos quedado…
–¡Bueno! Prepárate la comida para el perro.
*****
–¡Chingado! Habría sido más emocionante si la ruca no hubiera dejado la puerta sin seguro.
–¡Sht! Te va a oír.
–¡Órale, güey! Tú vete por allá y yo subo las escaleras.
*****
–Nada.
–¿Cómo que nada, cabrón? Seguro aquí abajo está su recamára. ¿Buscaste bien?
–Sí. La cama está vacía. Ni siquiera está destendida.
–¡Chingado! ¿Encontraste algo que valga la pena?
–No.
–Yo traigo este televisor. Está chico, pero mínimo doscientos por él.
–Está bueno. Ya vámonos.
–¡Pinche perro! ¿Traes más comida?
–No.
–¿Y ahora?
–¿Quién anda ahí?
–¡La ruca!
–¡Vámonos por atrás!
–¿Y el perro?
–¿Quién anda ahí?
–¡Vámonos!
–¡No! ¡Espérate, güey! Si nos ve nos va a reconocer.
–¿Entonces qué?
–¡Llamaré a la policía!
–¡Espérate! ¿Qué vas a hacer? ¡No!
*****
–¿Ves? Pinche miedoso. Te dije que iba a ser fácil. ¡Ja, ja, ja, ja! Lástima que no te robaste nada, cabrón. ¿Qué? ¿No se ve nadie?

–No. Ya vámonos… quiero lavarme toda esta sangre.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario