jueves, 19 de septiembre de 2013

El refugio

Hoy mi cabeza es un griterío. Una multitud de ideas. Una cortina de humo que envuelve el vacío que hay en mí. 

No, no atravieso un episodio existencial, ni me deslizo cuesta abajo, precipitándome, en la ladera resbaladiza de una depresión. Estoy en pausa, en medio de un reposo interno rodeado de inquietudes (ideas, emociones). Es un estado mental en el que suelo entrar a voluntad, cuando el mundo me abruma. Mi refugio.

Cuando la vida nos cansa, deseamos aislarnos de todo. Y de todos. Tomamos distancia para darle a la mente un descanso. 

En mi caso, busco abstraerme de mí mismo, ya que soy una molestia, una lata, una chinga -diría mi mamá.La convivencia conmigo mismo es una continua tensión.A veces no me soporto y me aplico la ley del hielo. Es difícil estar dándole explicaciones a una máquina que cuestiona todo.

Norbert, ¿te diste cuenta de que la mañana era muy húmeda? Se parece a las mañanas frescas de Jojutla, cuando nos fuimos a vivir con Luis mi papá. Nos levantaba temprano a bañarnos y, en minutos, estábamos montando la moto los tres: él, tú y tu hermano Wicho. Hacíamos media hora en llegar a Jojutla, ya que vivíamos en las afueras, el trayecto era líquido, aire fresco lamiendo los brazos, la cara, los pulmones. Deberías escribir eso. ¡Cuidado con el coche de enfrente! Ya. Vamos a concentrarnos en manejar. Oye, hoy el tránsito no es denso. Podemos acelerar un poco y ganarle unos minutos al tiempo... ¿Te  has dado cuenta de que cuando matamos el tiempo, somos su asesino? Podríamos tuitear eso: mato el tiempo, soy su asesino. ¡No mames! Suena cursi, ¿no? Deberías pensar seriamente en escribir más seguido. Escribes poco. Pero me gusta el dinero, por eso trabajo: para mantener a mi familia, darme mis gustos. A ver si este sábado ya empiezo a ir de nuevo al gimnasio... ¡Mira esta panza!

Ese soy yo. Un diálogo normal cuando voy conduciendo al trabajo. 

Pero cuando voy al refugio, atravieso la confusión de pensamientos, de voces, como si me hundiera en un río de gente, o como si cruzara un desfile desordenado, o la calle principal del centro de una ciudad, esas que son tan concurridas y de alta entropía, y llego a esa pausa, a ese lugar desde el que puedo contemplar, con serenidad, el barullo de todas esas personas que soy.

Son las ideas a quienes contemplo. Silencios también, mas no "El Silencio". Osho decía que la mente era como un televisor encendido a todo volumen. También decía que la mente estaba en uno, pero uno no era la mente; cuando lográbamos ver a la mente desde "afuera" y entendíamos su comportamiento, ésta se detenía. El televisor se apagaba. El silencio que quedaba era nuestra propia voz, lo que realmente somos, nuestra esencia, lo que no puede ser nombrado.

Esa voz, ese silencio, es lo que disfruto. Me conforta estar conmigo mismo, sentirme sin necesidad de la mente, de las palabras, de las etiquetas. 

Quizás no sea tan complicado convivir con uno mismo, con tu pareja, tus hijos, tu familia. Todo es cuestión de que apagues el televisor, tus problemas, y escuches sus voces.

Después de todo, el único refugio seguro que tenemos en nuestras vidas, somos nosotros mismos. Y cuando no nos soportamos, siempre tenemos a la mano el solaz de nuestros seres queridos.

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