jueves, 26 de septiembre de 2013

Soberbia

El taller de ayer estuvo interesante. Tocó presentar un pequeño ensayo. El mío, como siempre, fue el último en ser leído. No sé si es por el efecto psicólogico que tienen mis escritos, o porque no tengo correcciones (esta vez sólo una coma de más). Siempre soy el último.

La última actividad consistió en un sorteo de palabras que, previamente, elegimos al azar. Una por cada participante. Me tocó "soberbia". Me siento asustado. Intimidado. Tengo que escribir un cuento cuyo tema sea esa palabra cargada de tanto significado.

Años atrás jugaba a inventar historias de frases que escuchaba en la gente desconocida, de lo primero que veía al ir al supermercado, de las personas que me topaba en el trabajo. Las  inventaba, no las escribía. Aún lo hago: inventar historias en mi mente. Pero llevarlas al papel es un asunto distinto. Requiere más de lo que estoy haciendo ahora: escribir lo que pienso.

Tengo una historia en mente para cumplir con la tarea. Sólo una. Pensé el final, primero. Está bien, es lo único que he pensado. El final. ¿Qué sigue después del final?

La maestra leyó un cuento que escribió bajo las mismas circunstancias del sorteo... dichoso. La palabra que le tocó fue: drogas. Tema trillado y machacado en la secundaria. "¿Qué puedo decir de las drogas?", nos dijo, remembrando el shock que le produjo escuchar el tema. El escrito era un diálogo en el teléfono de una mujer cuya adicción a las pastillas fue evidente desde el inicio, pero la magia surge en el desarrollo, cuando la susodicha va planteando su situación sin ser consciente de la misma. Al final, resulta que, tras una superflua cavilación, los adictos, como ella, son seres que deben ser socorridos por personas tan elevadas como la adicta inconfesa que es. Obvio, no reconoce su situación. El relato fue alabado por Emilio Carballido y llevado a escena. "Yo que me cuido".

¿Soberbia? El cuento de las drogas de la maestra tiene mucho de eso. ¿Qué puedo escribir yo ante semejante obra? Por esa razón me siento intimidado. ¿Qué puede escribir un aprendiz como yo después de escuchar un diálogo tan perfecto? Tan atinado. Tan hermoso.

Es apenas un día. Soberbia... soberbia. ¡Maldito sorteo!

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